¿Te han discriminado alguna vez?

EDITORIAL: TAN LEJOS DE STONEWALL Y TAN CERCA DE LAS FIESTAS DEL ORGULLO

El pasado sábado 19 de junio se llevó a cabo la décimo cuarta marcha de la diversidad sexual en Guadalajara. Como en años anteriores, la presencia de las organizaciones civiles, asociaciones de derechos humanos y agrupaciones de la diversidad sexual no fue suficiente para impedir que la marcha fuera una vez más aquello en lo que lamentablemente de ha convertido: un desfile de carrozas financiadas por los antros gay de la ciudad que carece de demandas políticas y propuestas sociales concretas.

Una vez mas, los antros se lo llevaron todo, sus mantas lucieron más atractivas que las del power gay de CODISE; la atención que lograron atraer superó por mucho la atención que a duras penas pudieron atraer COLEGA A.C y CHECCOS; su música ensordecedora sonó mas alto que las consignas de la Red Universitaria; sus tarjetas de invitación a “la fiesta del orgullo” fueron mejor recibidas que las invitaciones del PRD para que las personas firmaran a favor de una iniciativa de ley que, de aprobarse, otorgaría protección legal a pajeras homosexuales de Jalisco que han decidido vivir bajo el mismo techo; en suma, lo comercial, el negocio, lo superfluo y lucrativo superó con creces lo político, lo social y lo solidario.

De nueva cuenta los antros gay lograron, con su voracidad, reproducir todos y cada uno de los prejuicios de los que la gran mayoría en la comunidad LGTB buscamos liberarrnos. La presencia de familias homoparentales, de parejas del mismo sexo, lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, todos ciudadanos trabajadores, honestos, responsables e importantísimos para demostrar que somos personas comunes y corrientes y que también merecemos ser tratados con dignidad y respeto quedó inutilizada por las tarjetas de la after, los precios del cover y la cerveza.

Es triste observar como en la movilización la gran mayoria de la comunidad LGBT, en su mayoría, no marcha, sino que sólo observa desde las aceras cómo desfilan aquéllos que tampoco pertenecen realmente a esta comunidad pero que sí se sirven de ella. Es cada vez más común que las personas de la comunidad LGBT se conviertan en espectadoras de su propia marcha.

Pero volvamos al punto. Al día siguiente de la marcha, la nota en los diarios y en la televisión fue para los antros. En las primeras planas apareció el trans mostrando los senos y en la televisión aparecieron los jóvenes semidesnudos que bailan al ritmo de la música electrónica. “Ésta es la marcha de los disfraces y la gente rara” anuncian los portales de Internet, haciendo eco de la prensa escrita, la radio y la televisión. Ésta es la marcha en la que en el estrado dura más la presentación del imitador de Gloria Trevi que el discurso político cuyo contenido, por más ambiguo y poco concreto que haya sido, merecía ser atendido o por lo menos escuchado. Ésta la marcha que se mofa de la dignidad humana y ve en las personas sólo una identidad de consumo cuyo único derecho es el de guardar silencio.

Ésta es la marcha en la que la entrevista hecha al transexual versa más, sobre cuánto duró haciendo su disfraz, que sobre los asesinatos de transfobia cometidos en los últimos meses o la evidente discriminación laboral que impide a las personas transexuales emplearse en otra cosa que no sea el sexoservicio (ojo: no estoy en contra del sexoservicio, sólo pienso que, como cualquier trabajo, debería hacerse voluntariamente y no por verse orillado a hacerlo). En fin, nadie habla o escribe sobre la homofobia siendo que vivimos en el quinto Estado a nivel nacional en crímenes de odio homofóbico. La discriminación que se vive todos los días y la falta de derechos civiles son tópicos opacados por la parafernalia y el morbo ¡Todo en una marcha de la diversidad sexual!

Los medios de comunicación de la comunidad tampoco hablan de homofobia y derechos civiles pero, en cambio, ninguno se cansa de anunciar que la marcha fue todo un éxito. Mi pregunta es: ¿califican el éxito de la marcha en vista de las ganancias económicas que deja a los dueños del mercado rosa o en razón del impacto sensibilizador que logra asestar a la sociedad? Si lo califican con la primera, en efecto, la marcha es todo un éxito.

Amigas y amigos que olvidaron la historia o no se han sentido comprometidos a conocerla, déjenme decirles que hace 4 décadas las primeras manifestaciones hechas por lesbianas y homosexuales se fueron configurando como movilizaciones alegres, festivas y ruidosas ¿por qué? Pues porque sencillamente los primeros activistas querían mostrar a la sociedad que tenían una forma de vivir diferente, que existía la posibilidad de ser felices cuando se logran superar prejuicios y se disfruta en plenitud el amor por el ser humano y por el mundo.

¿A que viene esto? A que sencillamente hoy se hace todo lo contrario a lo que los primeros activistas trataban de compartir. Hoy esta marcha que conmemora los disturbios de Stonewall no hace más que invitar a la sociedad a vivir bajo las premisas del gran capital: el conformista respecto las condiciones sociales, la frialdad y la indiferencia con el prójimo, la carencia de sueños e ideales y donde lo único que importa es tener y consumir.

Lo diré claro y fuerte. Es Lamentable que sean los que levantan sus banderas mercantiles en la marcha de la diversidad los mismos que discriminan a heterosexuales y transexuales en las entradas de sus espacios “de ambiente” impidiéndoles la entrada; los mismos que se sirven de la comunidad pero que son poco serviciales con ella; los mismos que guardan absoluto silencio ante las injusticias y la ausencia de derechos civiles con los que sobrevive nuestra comunidad LGBT.

Hagamos un paréntesis. Incluso si bajáramos la voz, si suavizáramos la crítica, si somos menos duros con la mafia rosa, podríamos decir a su favor que en otras partes del mundo, particularmente Europa Occidental, también se celebran marchas como ésta, desfiles gay de hombres semidesnudos, con música ensordecedora en las calles, invitaciones a vivir la fiesta del orgullo con todos los excesos habidos y por haber y que, pese a todo ello, se ha logrado avanzar en materia de derechos civiles.
De este argumento, podemos decir que carga con una falacia. El avance en derechos civiles se explica no por la cantidad o calidad de las marchas sino por la suma de esfuerzos entre el sector empresarial, los partidos políticos democráticos y las agrupaciones ciudadanas que cerraron filas en momentos históricos concretos para lograr presionar al Estado y obligarlo a llevar a cabo las reformas que fueran necesarias para lograr otorgar la ciudadanía plena a personas LGBT.

En México, como es bien sabido, no pasa eso y si seguimos en esa misma línea de ser blandos quizá nunca podría llegar a pasar. Es decir, el problema principal no es que la marcha sea carnavalesca sino que se olvide la agenda política y que quienes asisten no adquieran ningún compromiso para con la comunidad. La marcha, carnavalesca o no, debe ser la expresión de una labor permanente de lucha organizada y consciente que nada tiene que ver con la vacua diversión consumista o con el espectáculo callejero.

Es importante no olvidarlo, desde hace 40 años la comunidad comenzó a desfilar por las principales calles de la ciudad de manera alegre y festiva porque, en efecto, conmemoraba un triunfo real y material sobre los prejuicios de la época y los aparatos represores del Estado. Éste es un llamado a que libremos nuevas históricas batallas, a que desfilemos por nuevos triunfos, a que recuperemos nuestra dignidad y tomemos aquello que nos ha sido arrebatado: la libertad.

José Eduardo Rodriguez Pérez
Presidente de la Red Universitaria de la Diversidad Sexual

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